viernes, 13 de noviembre de 2020

OPINION; Experimento Argentina: el neocomunismo al ataque de la propiedad privada - Renato Cristin

 

OPINION: Experimento Argentina: el neocomunismo al ataque de la propiedad privada

 

por Renato Cristin

 

De los muchos e imperecederos valores de la Doctrina social de la Iglesia, la intangibilidad de la propiedad privada, el incentivo a la empresa privada, la subsidiariedad y la consiguiente crítica al centralismo estatista, están entre los principales, los más radicados en el sentimiento cristiano y los más coincidentes con los fundamentos del sistema económico-social de Occidente. Por más que se quiera deformar dicha Doctrina según intereses político-sociales, estos principios fundamentales (obviamene junto con los pilares teológicos que los presiden) no pueden ser alterados.

Puede por lo tanto sorprender que la Pastoral social, que promueve la Doctrina social de la Iglesia en Argentina, haya invitado como orador de honor al actual presidente argentino, quien, más que ningún otro antes que él, ha –en los relativamente pocos meses desde su investidura– hecho de lo contrario de esos principios el fundamento de su acción de gobierno. Es decir, asombra que la Iglesia respalde una acción, que ya se ha vuelto galopante, de destrucción,  requisa y denigración de la propiedad privada y bienes personales (y a veces incluso públicos), de intimidación y extorsión contra los empresarios (ya sea pequeños o grandes) y ciudadanos particulares, de centralización de la economía y de la sociedad en todos sus aspectos, desde la educación hasta la información.

Pero el asombro se desvanece no bien pensemos en la relación estrechísima, orgánica diría, entre la Conferencia episcopal –lo cual significa entre la cúspide del Vaticano (hasta la más mínima acción de la Iglesia argentina se da con el beneplácito del Papa Bergoglio)– y el movimiento neocomunista que hoy gobierna dicha Nación. Por supuesto, la invitación al presidente Alberto Fernández es institucionalmente legítima, pero su significado político es: la Iglesia apoya, en sentido sustancial y concreto, el accionar del gobierno peronista-kirchnerista y su receta económico social.

La Iglesia, o sea su ápice vaticano, ofrece respaldo y colabora activamente en la elaboración de un programa que implica:

a) la estatización de los medios de producción (el plan ideológico de requisar y estatizar empresas en crisis se realiza mediante el intento fraudulento de debilitar a las empresas sanas, precisamente para poderlas luego «recuperar» -expresión diabólica, que se acerca en su sadismo a «el trabajo hace libres», de reminiscencias nacionalsocialistas), asignándolas a estructuras estatales o a grupos de activistas que podrían de pronto encontrarse administrando cualquier propiedad sin tener la menor competencia para ello y sobre todo sin el menor escrúpulo moral);

b) la colectivización de cuantas más actividades industriales y artesanales posibles (los denominados «movimientos populares» o «sociales», que Bergoglio siempre ha ardientemente apoyado, que se organizan en los que en Italia han definido trabajos socialmente útiles o que en el mejor de los casos se transforman en pseudo-emprendedores abusivos y por eso destinados a fracasar y a volver, inexorablemente, a recibir subsidios estatales: este es el círculo maléfico y destructivo de la economía socialista argentina que está vigente hoy);

c) la requisición de la propiedad privada (aumentan vertiginosamente los casos de ocupaciones abusivas de terrenos privados, por parte de grupos que en el nombre de supuestos derechos ancestrales –de las que se denominan «poblaciones originarias»– violan los más básicos derechos de propiedad, contando con el aval explícito del gobierno, que a su vez los utiliza como puntas de lanza para socavar principios jurídicos y realidades consolidadas).

Y en el fondo se cierne la epidemia por coronavirus, que el gobierno, por evidente incapacidad, no logra manejar (desde marzo está obligando al país a un confinamiento total, con el resultado de haber puesto una lápida mortal  sobre la economía sin haber contenido la propagación de los contagios) y que, al contrario, por oportunismo político, no quiere resolver, porque ha tomado como pretexto la epidemia para desmantelar el tejido productivo y social del país, mantener en jaque a los ciudadanos, hundir a la clase media y facilitar la difusión de una ideología del terror (según la vieja modalidad staliniana) que paralice a las personas y que, al mismo tiempo, plasme las jóvenes generaciones según los dictados ideológicos de ese chapuceado pero obstinado intento totalitario.

Con lenguaje demagógico de impronta sindical y de matriz claramente izquierdista, el documento oficial de la Pastoral social argentina apunta, usando una fórmula típicamente populista (y que caracteriza además a lo políticamente correcto), a «una cultura del encuentro, a un país para todos», y, adoptando una línea ideológica antioccidental y tercermundista, auspicia un proyecto socio-económico «que nos aleje de un modo neoliberal de producción» y que, por consiguiente, desarrolle experimentos colectivistas en apariencia novedosos pero en realidad viejos y rancios como la ideología bolchevique.

El enemigo es entonces el liberalismo, mientras que el comunismo sería la solución. Pero esto tira por tierra la Doctrina social de la Iglesia, que no puede defender su propia verdad, porque es rehén de un poder –aunque legítimo y sacrosanto– como el papal, que es la máxima autoridad en el campo eclesiástico en general. Vilipendiada por Conferencias episcopales más parecidas a soviets que a organismos religiosos, secuestrada por autoridades vaticanas que razonan en términos ideológicos, la auténtica Doctrina social de la Iglesia no tiene voz, sino la de su texto, pero que está expuesto a interpretaciones tendenciosas.

Pero retrocediendo un paso: ¿cómo pudo suceder que en Argentina se instaurase un gobierno comunista? Los cuatro años del gobierno centrista de Mauricio Macri han pasado infructuosamente, ritmados por eslogans progresistas, sin ninguna reforma económica en sentido liberal, sin una verdadera reconstrucción liberal de la sociedad y sin una efectiva afirmación de valores tradicionales en sentido conservador. Un cuadrienio desperdiciado en una retórica políticamente correcta, tan vacua como para resultar fastidiosa, y sobre todo inutilizado desde el punto de vista de las relaciones de fuerza políticas: un gobierno que en cuatro años no hace nada para que sea enviada a juicio la expresidente Cristina Kirchner, acusada de apropiación indebida y que ha sido rozada incluso por la sospecha de mandante moral del homicidio del magistrado Alberto Nisman, o es connivente con el kirchnerismo, o bien es inepto, y no se sabe cuál de las dos opciones sea peor.

Se trató de un paréntesis fallido, que ha llevado el país al gobierno actual. De hecho, cuando en una situación catastrófica como la argentina se adopta una política económica insensata, que imita la peronista, apunta a hacer la plancha y carece de ese pulso liberal necesario para revitalizar la dimensión productiva y atraer inversiones del exterior, la quiebra es previsible; pero más aún, lo que se genera es un cortocircuito en la mente de los ciudadanos: los electores que querían un cambio liberal en economía y conservador en cuanto a valores, se quedaron no sólo decepcionados sino conmocionados, mientras los que lo temían se envalentonaron, con el resultado de que la coalición centrista-progresista de Macri perdió una parte de su electorado, mientras la de extrema izquierda de Fernández-Kirchner retomaba fuerza, según la más elemental pero también más férrea lógica política: un voto menos por un lado y el mismo voto sumado por el otro, no da uno sino dos. Si transladamos además esta lógica aritmética a la lógica histórica, el daño producido por la irresponsabilidad del macrismo es colosal, porque objetivamente favoreció el surgimiento de un gobierno que, emulando el chavismo y el castrismo, está intentando la más feroz y más fría operación neocomunista de los últimos decenios en Occidente.

Así es como el variado sotobosque peronista, que va de los justicialistas ortodoxos a los herederos de los montoneros (contracara argentina de lo que en Italia fueron las «brigadas rojas»), pasando por el frente sindical y por caudillos locales más parecidos a mandamases que a líderes políticos, ha ganado las elecciones (hace exactamente un año), imponiendo ese giro comunista y pauperista que también le agrada a la Iglesia argentina –con pocas excepciones que bien se pueden definir heroicas–, y sobre todo al Papa Bergoglio.

Dice bien el actual pontífice cuando afirma que «esta economía mata»; pero se equivoca en su individuación: no es la economía capitalista, en sus varias versiones, desde el liberalismo estadounidense a la economía social de mercado alemana, lo que mata, sino esa economía que Bergoglio desea y que, allí donde se realiza, defiende. Lo que mata es el sistema social-comunista, que sofoca las libertades personales, paraliza la iniciativa privada, destruye la clase media y masacra a la que más tiene, acabando literalmente con vidas humanas, llevando a la desesperación a los productores, sin lograr, por consiguiente, sacar de la miseria a los indigentes totales, y creando, por último, una casta –el partido o movimiento que detenta el poder– de auténticos parásitos que se autoreproducen a costas de quienes, a pesar de todo, producen riqueza; y todo eso en perjuicio –lo cual es el colmo de la perversión– de los verdaderos pobres, a los que seducen pero no ayudan eficazmente a salir de la pobreza. Esta es la economía enferma y tóxica: una economía perversa que a pesar del largo reguero de desastres y crímenes que ha dejado en muchas áreas del mundo, se sigue reproduciendo, como un virus quimera, enfermedad mortal de la mente y de la sociedad.

La nueva enciclica bergogliana Fratelli tutti, que no solamente en el título sino también en los contenidos representa la adaptación teológico-política de la escalofriante consigna marxiana «proletarios del mundo uníos», es la más reciente sinopsis de esa teoría económica, social y religiosa. Si la podamos de las múltiples implicaciones de carácter teológico y cultural, vemos que posee un compacto núcleo teórico y un objetivo preciso: deconstruir el concepto de propiedad privada, debilitándolo y modificándolo en sentido colectivista y anticapitalista.

Si se condicionan la validez y la existencia de la propiedad privada, supeditándolas a objetivos extrínsecos, genéricos y potencialmente instrumentalizables, ésta pierde el carácter de intangible que tiene que tener para seguir siendo tal, propiedad precisamente: lo que es propio no puede ser alienado, sino por medio de una violencia extorsiva. Y es justamente esta inviolabilidad –que en otras épocas y desde otras perspectivas, inclusive para la Iglesia, tenía un sentido de sacralidad que protegía a la propiedad de cualquier ataque–, la que hoy es pisoteada. La encíclica en cuestión se encarga de declarar que «la tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada». Mellado el principio de la propiedad, se puede pasar a enunciar e imponer su opuesto: «el principio del uso común de los bienes creados para todos es el primer principio de todo el ordenamiento ético-social, es un derecho natural, originario y prioritario».

Aquí la propiedad privada resulta subordinada a objetivos que parecen celestiales y por lo tanto en sí mismos superiores, pero que son meramente instrumentales. En efecto, afirmando que «todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro, no deben estorbar, antes al contrario, facilitar su realización», se teoriza la colectivización de la propiedad, a la que se le concede un espacio residual: «el derecho a la propiedad privada sólo puede ser considerado como un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad», la cual por lo tanto se organizaría mejor sin el lastre de la propiedad privada.

La «realización integral de las personas» es de hecho una obviedad útil para cualquier demagogia, una bomba de humo para confundir a la razón y mimetizar las finalidades. Subordinar el derecho de propiedad a un propósito tan anodino y manipulable significa anular su validez, plegándolo a cualquier arbitrio ideológico. Y la advertencia que sigue aclara esta intención oblicua: «sucede con frecuencia que los derechos secundarios se sobreponen a los prioritarios y originarios, dejándolos sin relevancia práctica», o sea sucede que la propiedad privada no se deje, no acepte que la supriman o recorten, y que por lo tanto tenga que ser eliminada, con cualquier medio necesario, para instaurar la justicia social correspondiente al derecho prioritario de la socialización de los bienes.

Pero la propiedad privada, en verdad, es un derecho originario: desde el punto de vista antropológico, social e incluso ontológico es el derecho fundamental, porque perimetra la identidad como esfera de propiedad. Y la Doctrina social de la Iglesia no la defiende solamente porque Santo Tomás la estableció como punto firme teológico-moral, en tanto derecho natural, sino también porque la evolución histórica de la Iglesia está entrelazada –en una relación de causalidad recíproca– con la civilización occidental, que tiene en el derecho de propiedad uno de sus principales criterios. 

Sólo con una gran mistificación se puede opacar esta postura histórica tradicional de la Iglesia y llegar a la conclusión de que «el derecho de algunos a la libertad de empresa o de mercado no puede estar por encima de los derechos de los pueblos, ni de la dignidad de los pobres». Como si la defensa de un principio fundamental como el de la propiedad fuese un arbitrio o una prevaricación sobre otros derechos supuestamente superiores o como si tal defensa estuviera en contraposición con la devoción hacia Dios y el respeto a las Escrituras.

Del mismo modo se estructura la estrategia del neocomunismo argentino, fruto de cruzas teóricas y mezclas operativas, en el que se condensan las instancias de la teología de la liberación con las del peronismo, el comunismo cristiano y el marxismo cultural, en un caldero en el que el Evangelio y el Capital están sacrílegamente unidos. Si quien forjó materialmente la olla fue el variado movimiento peronista de izquierda, la llave de este voluminoso recipiente está en manos, eminentemente, del Papa Bergoglio, y el pensamiento de Bergoglio es a su vez la clave para entender la génesis, los mecanismos y desarrollos de este experimento social, económico y religioso. 

El programa socioeconómico del Papa y de esa parte de la Iglesia que lo sigue, coincide con el objetivo del gobierno Fernández-Kirchner: reformular incluso legislativamente la estructura de la propiedad privada para luego abolirla como objeto o al menos derogar sus características esenciales concretas. Pero todo deberá ser llevado a cabo con una doble velocidad, en vistas de una síntesis sucesiva (también ésta papal). Por un lado acelerando en el terreno militante y de la propaganda, favoreciendo e incentivando acciones en contra de la propiedad privada (desde la actividad de esos «movimientos sociales» que bajo el manto de los trabajos socialmente útiles crean trabajos económicamente inútiles, hasta las recientes tomas, sobre todo en la Patagonia, por parte de grupos de delincuentes que se autodefinen mapuches pero que en realidad son maleantes sociales instigados por astutos ideólogos vinculados con los reaparecidos «montoneros»); por otro lado, de manera lenta, en el plano político y legislativo (las expropiaciones disfrazadas de nacionalizaciones como la que el gobierno ha intentado hacer con la industria agroalimentaria Vicentin, por el momento se han visto frenadas –por oportunidad contingente, no por convicción teórica– a la espera de una situación más favorable que el gobierno mismo está precisamente preparando, con la bendiciente ayuda de las mayores autoridades morales y religiosas). Pero estas diferencias de velocidades se necesitan para alcanzar mejor el objetivo.

Muchos peronistas hoy critican el comunismo acelerado de los kirchneristas (aunque se trata de luchas entre bandas pertenecientes al mismo siniestro horizonte), de los cuales denuncian algunos excesos en cuanto a acción, aunque sin criticar las premisas teóricas antiliberales, antioccidentales, nacional-autárquicas; pero más adelante, cuando el paraguas protector del Papa Bergoglio se hará más amplio e incisivo, también esta conflictividad interna de la izquierda resultará diluida.

¿Cómo se abrirá ese paraguas? Al cabo de casi ocho años desde su investidura, el Papa Bergoglio no ha visitado nunca su País natal, aun habiendo efectuado más de treinta viajes apostólicos a todos los continentes. No lo ha hecho por no dar el más mínimo aval a la presidencia de Macri (adversario de los peronistas filocomunistas y por lo tanto no apreciado desde la orientación papal), pero ahora con la vuelta de un gobierno kirchnerista las condiciones se han cumplido: la parálisis de los desplazamientos causada por la pandemia no permitió que se realizara este año, pero seguramente en la primera mitad de 2021 hará este esperado –y por muchos aspectos histórico– viaje apostólico a Argentina, que para entonces se habrá ya transformado en una república socialista.

Va a ser la apoteosis de la doctrina social del Papa Bergoglio (pero la humillación de la Doctrina social de la Iglesia) y la consagración del experimento socio-económico-religioso neocomunista, en el cual la teología de la liberación puede unirse con el neomarxismo sin tener que renunciar a la religión, y el marxismo puede entremezclarse con la religión sin tener que renunciar al odio de clase, que perdura y es alimentado mientras espera deflagrar, como lo muestra un reciente episodio de matices casi freudianos, en que un alto exponente del Gobierno afirmó, con un abominable desprecio de clase, que el millón de argentinos que algunos días antes habían salido a la calle en las principales ciudades del País para protestar contra los abusos de poder del gobierno, «no son el pueblo», como si hubiera un pueblo auténtico y uno falso: por un lado los peronistas-kirchneristas y por otro sus adversarios. Parece increíble que haya todavía alguien en el mundo capaz de ostentar la impudicia de desempolvar el viejo estribillo leninista y maoista: el pueblo somos nosotros comunistas y todos los demás son enemigos de clase; pero es aun más inquietante que haya alguien que con tal de lograr su objetivo surfee la ola de esa criminal locura ideológica.

 

Publicado originalmente en italiano el 23 de octubre de 2020

Fuente: L’Opinione delle Libertà

jueves, 12 de noviembre de 2020

Soy católico: ¿Puedo estar en desacuerdo con el Papa Francisco sobre la propiedad privada?

 

Soy católico. ¿Puedo estar en desacuerdo con el Papa 

Francisco sobre la propiedad 

privada?

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La parte más desconcertante del llamado de la encíclica a “re-imaginar el rol social de la propiedad” es que no explica por qué la Iglesia necesita reconsiderarlo. El tesoro de la enseñanza de la Iglesia sobre la función social de la propiedad es rico, aunque en gran parte no se aplica en el mundo secular e impío de hoy. ¿Por qué no aplicar las verdades olvidadas de la Iglesia, que aportarían belleza, claridad y armonía a la sociedad?

La encíclica del Papa Francisco Fratelli Tutti presenta un dilema para todos los que defienden el derecho a la propiedad privada. Por un lado, el documento docente que el Papa Francisco firmó el 3 de octubre cuestiona este derecho. Por otro, los papas, teólogos y canonistas del pasado siempre han enseñado que la propiedad privada, tal como se practica en gran medida, es justa y necesaria para el correcto funcionamiento de la sociedad. Este choque de opiniones deja perplejos a muchos católicos.

Este no es un debate pequeño. Lo que está en juego no podría ser mayor, ya que Occidente depende de un sistema basado en la propiedad, el estado de derecho y los mercados libres. El pontífice pide a sus lectores que piensen en “reconsiderar el papel social de la propiedad”. Le gustaría ver grandes cambios sociales en Estados Unidos y Occidente. Cree que los bienes del mundo pertenecen a todos y deben compartirse para garantizar la dignidad adecuada de todos. Eso suena a algo vagamente similar al comunismo. Sus andanadas contra el mercado y los modelos económicos “consumistas” dejan pocas dudas de que no está pidiendo unos pocos ajustes al sistema, sino un cambio de paradigma masivo.

Los católicos necesitan saber cómo responder a esta demanda pontificia para que no hunda a Occidente en una tiranía marxista que niega los derechos de propiedad.

El destino universal de los bienes creados

El argumento central de esta “re-visión” es el principio del “destino universal de los bienes creados”. Francisco declara que “El principio del uso común de los bienes creados es el ‘primer principio de todo el orden ético y social’; es un derecho natural e inherente que tiene prioridad sobre los demás”.

De hecho, la Iglesia enseña que Dios hizo los bienes del mundo para todos. Nadie cuestiona esta verdad. Los moralistas católicos aceptan universalmente el ejemplo clásico de que el derecho a la vida es de un orden superior al de la propiedad privada. Todos también reconocen que la propiedad tiene lo que se llama una función social por la cual los propietarios deben ir más allá del interés propio y también usar su propiedad para servir al bien común.

Sin embargo, la Iglesia define las limitaciones de esta función social. Estas limitaciones pueden debatirse sin que los derechos de propiedad requieran ser “reinventados”. Este debate daría equilibrio a las propuestas para tratar con los más necesitados.

Una comprensión correcta del papel social de la propiedad

Si, durante la discusión, los católicos fueran instruidos en la enseñanza tradicional de la Iglesia, aprenderían que “el destino universal de los bienes creados” no significa que los propietarios sean poco mejores que los ladrones que privan a los necesitados de los bienes a los que tienen un derecho. Los pobres no tienen derecho a tomar arbitrariamente por la fuerza lo que consideren que necesitan de quienes tienen propiedades.

Al contrario, la posición correcta postula que la posesión de la propiedad privada es buena y deseada por Dios. Favorece el buen orden de la sociedad. En su encíclica Rerum Novarum de 1891 , León XIII afirma que

“El hecho de que Dios haya dado la tierra para el uso y disfrute de toda la raza humana no puede de ninguna manera ser un obstáculo para la posesión de propiedad privada. Porque Dios ha concedido la tierra a la humanidad en general, no en el sentido de que todos sin distinción puedan tratarla como quieran, sino más bien que ninguna parte de ella fue asignada a nadie en particular, y que los límites de la posesión privada han sido dejados a la propia industria del hombre, y por las leyes de las razas individuales… Aquí, nuevamente, tenemos más pruebas de que la propiedad privada está de acuerdo con la ley de la naturaleza”.

Por tanto, la propiedad privada es un medio a través del cual se sirve bien al bien común. El hecho de que una propiedad se posea de forma privada no significa que deje de servir al bien común. Toda la sociedad se beneficia de lo que produce la propiedad privada. De hecho, los que ocupan y confiscan propiedades hacen un flaco favor al bien común. Dañan el buen orden de la sociedad y frustran los propósitos de la propiedad.

En su encíclica Quadragesimo Anno de 1931 , Pío XI reconoce el:

“doble carácter de la propiedad, llamada habitualmente individual o social según se trate de personas separadas o del bien común. Porque ellos [los teólogos] siempre han sostenido unánimemente que la naturaleza, más bien el Creador mismo, ha dado al hombre el derecho de propiedad privada no solo para que los individuos puedan mantenerse a sí mismos y a sus familias, sino también para que los bienes que el Creador destinó a toda la familia de la humanidad puedan, a través de esta institución, servir verdaderamente a ese propósito. Todo esto no se puede lograr de ninguna manera sino mediante el mantenimiento de un orden determinado y definitivo”.

De hecho, los pobres sufren cuando se les niega la propiedad privada. Los estragos del comunismo demuestran que cuando la propiedad se confisca en nombre del pueblo, se destruye la economía y la cultura, reduciendo todo a la más abyecta miseria.

Una visión divisoria de la propiedad

El problema con la visión de la propiedad de Francisco es que no define las limitaciones de la función social de la propiedad. Asume que el destino universal de los bienes creados y el uso privado de la propiedad están en constante tensión. “La prioridad del destino universal de los bienes creados” no impide su coexistencia pacífica con la propiedad de todos los tamaños. Esta prioridad no disminuye en modo alguno la necesidad de respetar la propiedad privada.

Además, su llamamiento urgente a “reconsiderar el papel social de la propiedad” no reconoce los avances económicos mediante los cuales la propiedad privada ha beneficiado a la sociedad en su conjunto. Coloca a todos los propietarios en una categoría opresora a la que no pertenecen.

Sobre todo, Francisco amplía las obligaciones de los propietarios con los necesitados. Ya no incluyen solo lo mínimo para apoyar su derecho a la vida. Para el Papa Francisco, los propietarios deben proporcionar a los indigentes una variedad de necesidades indefinidas y abiertas que implica garantizar que “toda persona viva con dignidad y tenga suficientes oportunidades para su desarrollo integral”.

La base incorrecta para el juicio

Ausente de esta visión está una comprensión correcta de la función social de la propiedad privada, que Pío XII afirma que “debe fluir a todos por igual, de acuerdo con los principios de justicia y caridad”. En su lugar, los necesitados, ayudados por los medios de comunicación de izquierda y los activistas sociales, se convierten en jueces de lo necesario para su “desarrollo integral”.

La Iglesia anima a los benefactores a ganar méritos mediante actos voluntarios de caridad, dando a los necesitados de su riqueza. No obliga a la caridad. Asimismo, la Iglesia enseña que los necesitados deben practicar la virtud de la justicia dando gratitud, respeto y asistencia a sus benefactores. Cuando ambas partes escuchan a la Iglesia, surge la armonía social. Sin embargo, en la encíclica Fratelli Tutti, no se mencionan las obligaciones en la justicia que tienen los necesitados para con sus benefactores.

La encíclica reemplaza estos comportamientos virtuosos de caridad y justicia por el espíritu de “libertad, igualdad y fraternidad”, la trilogía anticristiana y sangrienta de la Revolución Francesa. Así, la caridad cristiana se sustituye por la de la “fraternidad” anticristiana. Esta concepción determinista de la sociedad sostiene que las estructuras sociales y económicas son responsables de la pobreza. El grito marxista por el fin de toda propiedad privada encuentra un eco lejano en el llamamiento del documento a la prioridad del “destino universal de los bienes creados sobre todos los derechos, incluida la propiedad privada”.

Un llamamiento superficial para todos

Dirigida al mundo en general, Francisco emite una invitación “al diálogo entre todas las personas de buena voluntad”. Se dirige a “una sola familia humana, como compañeros de viaje que comparten la misma carne, como hijos de la misma tierra que es nuestra casa común, cada uno de nosotros aportando la riqueza de sus creencias y convicciones, cada uno su propia voz, hermanos y hermanas todos”.

Así, la apelación reduce todo al mínimo común denominador para que ninguno se quede fuera o se ofenda por el otro. No hay nada específicamente católico en este mensaje que trata de ser todo para todas las personas. El resultado es una “fraternidad” superficial que no hace juicios entre la verdad y el error, el bien y el mal, la virtud y el pecado. Proclama una caridad vacía que no se basa en el amor de Dios sino en un desarrollo integral que no tiene relación con la salvación.

La parte más desconcertante del llamado de la encíclica a “re-imaginar el rol social de la propiedad” es que no explica por qué la Iglesia necesita reconsiderarlo. El tesoro de la enseñanza de la Iglesia sobre la función social de la propiedad es rico, aunque en gran parte no se aplica en el mundo secular e impío de hoy. ¿Por qué no aplicar las verdades olvidadas de la Iglesia, que aportarían belleza, claridad y armonía a la sociedad? Esta extraña encíclica, que está dirigida a todos en general y a nadie en particular, omite la única solución real a los problemas de nuestro mundo: el regreso de los pródigos al único Dios verdadero y a la única Iglesia verdadera.

De hecho, uno puede ser perdonado por preguntarse: “Soy católico. ¿Puedo estar en desacuerdo con el Papa Francisco sobre la propiedad privada?”

Agradecemos la gentileza del CENTRO CULTURAL CRUZADA - Colombia

martes, 11 de agosto de 2020

Decálogo de la Nueva Derecha Argentina, por Eric Harris

 

 

Decálogo de la

Nueva Derecha

Argentina

 

 

 Por Eric Harris

 

 

 

 

 

 

 

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Fecha de publicación: Mayo 11, 2020

 

Presentado por:

 

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                                            Índice

 

Agradecimientos                                                                                                              5

 

Introducción                                                                                                                     6

 

Sección I - La Nueva Izquierda: el enemigo de occidente               

     1- El origen de la Nueva Izquierda                                                                               7

     2- El operar de la Nueva Izquierda                                                                               8

 

Sección II - La Nueva Derecha: la esperanza de occidente

     1- El surgimiento de la Nueva Derecha                                                                       12

     2- Los referentes de la Nueva Derecha                                                                        13

 

Sección III - El Decálogo de la Nueva Derecha

     1- Nacionalismo                                                                                                           16

     2- Moral Cristiana                                                                                                        17

     3- Ciencia, Comercio y Propiedad Privada                                                                  18

     4- Conservadurismo                                                                                                     18

 

Sección IV - Adopción                                                                                                     19

 

Conclusión                                                                                                                        20

 

Acerca del autor                                                                                                               21

 

 

Agradecimientos

 

     Jamás podría haber realizado el siguiente trabajo sí no hubiese sido por las enseñanzas filosóficas transmitidas por mi padre Marcelo Harris, el amor incondicional de mi madre María Victoria Brito de Harris, el acompañamiento inquebrantable de mi hermano menor Ignacio José Harris y los consejos invaluables de mi hermano mayor Patricio Harris.

 

     Agradezco también a:

 

     Alexis P. Marrocco, gran amigo y compañero de extensos debates filosóficos desde nuestra temprana juventud. Fue él quien me impulsó a escribir el presente ensayo.

 

     Nicolás Márquez, por su amistad y gran inspiración hacia el estudio y el análisis exhaustivo de la presente batalla cultural.

 

     Gonzalo Jiménez, por sus enseñanzas teológicas y por abrirme los ojos hacia la fé, en momentos en que el ateísmo opacaba mis verdaderos propósitos en la vida.

     Para todas las personas que no llegue a nombrar y que me han apoyado y aportado su punto de vista, amigos y familiares, les dedicó también mi infinito agradecimiento.


 

 

Introducción

 

 

     El presente decálogo tiene como fin poner por escrito de forma breve y consistente un conjunto de máximas y valores que harán de piedra angular para el Renacimiento Argentino. Son principios fundamentales para desarrollarnos en todas las áreas y hacer de la República Argentina una potencia única y ejemplar.

 

     El Decálogo de la Nueva Derecha Argentina también será un faro moral para el resto de las naciones occidentales, las cuales están sumergidas en lo profundo de una decadencia cultural orquestada por los tentáculos ideológicos, políticos y financieros de la Nueva Izquierda.

 

     En las primeras dos secciones del ensayo el objetivo será contextualizar la realidad política para comprender la urgencia que amerita la conformación de una Nueva Derecha en Argentina que confronte el avance de la Nueva Izquierda. En la tercera sección explicaremos las máximas del nuevo movimiento derechista, y por último, en la cuarta sección haremos un breve comentario sobre la adopción de tales principios.

     Vale aclarar que el objetivo de este trabajo no es explicar de fondo cada cuestión o problemática puntual sino dar un arsenal consistente de argumentos lógicos, filosóficos y morales sobre el trasfondo ideológico de esta batalla cultural. Así el lector podrá entender el origen de la degeneración cultural argentina (y de todo occidente), y asimilar los principios fundamentales para hacerle frente al dominio de la Nueva Izquierda.

 


 

 

Sección I

La Nueva Izquierda: el enemigo de occidente

 

 

1 - El origen de la Nueva Izquierda

 

     Durante el último siglo, las naciones occidentales han estado sometidas, por parte de la izquierda, a la aplicación política, económica y cultural de una revolución que se ha manifestado tanto de forma visible como invisible.

 

     Las guerras de guerrillas comunistas y la Guerra Fría ya son parte del pasado. Las naciones libres occidentales ganaron aquella pulseada geopolítica y económica pero incredulamente creyeron que la caída del Muro de Berlín en 1989 iba a sellar el fin del proyecto izquierdista. Recordemos que el comunismo, por medio de sus experimentos totalitarios del siglo XX, dejó un saldo aproximado de 120 millones de víctimas fatales[1].

     En Argentina hemos vivido bien de cerca los estragos políticos y sociales durante los años 70. Ejecutando más de 21.000 atentados terroristas[2] y dejando un tendal de más de 4000 víctimas[3], la izquierda subversiva tuvo el objetivo operativo de destruir nuestro orden constitucional e instaurar el “paraíso socialista” por medio de una tiranía comunista inspirada en Cuba y la Unión Soviética. Para fortuna de todos los argentinos, el marxismo fracasó en su intento de reforma, pero mismo hoy en día tenemos que seguir lidiando con una caricatura ideológica de tal utopía colectivista, ya que se encuentra bien impregnada en la partidocracia gobernante, en los medios y en las universidades.

 

     Durante la década del 90, mientras occidente disfrutaba del confort de un auge económico jamás visto hasta ese entonces, la izquierda ponía en práctica una estrategia de reconversión para ejecutar un contraataque poco convencional hasta el momento pero altamente efectivo: la conquista cultural. Su objetivo: destruir la tradición cristiana occidental. Para tal fin, la izquierda necesitó de la pasividad de una derecha centrista y acobardada, que sin lugar a dudas entregó en bandeja las tradiciones e instituciones pilares de la cultura occidental: la educación, la familia, la fé religiosa, las jerarquías sociales, la Justicia, entre muchas otras. Al fin y al cabo, nosotros, los derechistas, nos dormimos en los laureles y dejamos que un enemigo torpe y poco inteligente avance sin límites.

 

     La izquierda continuó con su retórica igualitarista y una metodología de lucha de clases (propia del marxismo clásico) aplicada al ámbito de la cultura, por medio del adoctrinamiento universitario y la captación de minorías (teoría hábilmente elaborada por el comunista italiano Antonio Gramsci). A esta nueva corriente se la denominó como marxismo cultural.

 

     El antecedente clave que constituyó el modelo transgresor de rebelión cultural callejera fue el desastroso Mayo Francés de 1968. Algunas de sus delirantes consignas eran: “la imaginación al poder”; “mis deseos son la realidad”; “desabrochen el cerebro tan a menudo como la bragueta”; o “sean realistas, exijan lo imposible”. Mucho más no vale la pena agregar a semejante grado de demencia ideológica.

 

     Así es como comenzó un proceso de “deconstrucción” del hombre occidental, quitándole su identidad y sumergiendolo en la peor de las decadencias: el relativismo moral. La izquierda se encargó de secuestrar la razón y la fé, y de este modo obtener un campo infinito de individuos sin ningún tipo de convicción ni propósito moral, y por consecuencia muy fáciles de manipular.

 

     Por medio de una retórica pasional, romántica e hipócrita, la izquierda colonizó el ámbito académico, mediático, empresarial y político camuflándose en causas “nobles” que la acercaran a su última meta: un totalitarismo global con el objetivo de aniquilar gradualmente la cultura cristiana occidental. Así es como, entrado el siglo XXI, se consolidó el proyecto político globalista de la Nueva Izquierda, orquestado por entidades transnacionales de la talla de la ONU, la Organización Mundial de la Salud, el Banco Mundial, la Unión Europea, la CNN, la International Planned Parenthood Federation, Bill & Melinda Gates Foundation, Open Society Foundations, Greenpeace, Amnistía Internacional, entre muchas otras.

 

 

2 - El operar de la Nueva Izquierda

 

     La Nueva Izquierda persigue destruir el poder legítimo de nuestro orden occidental cristiano, y reemplazarlo por un poder ilegítimo que satisfaga un estado de cosas, elementos aislados y desordenados, que jamás encontrarán un orden congruente debido al fin utópico que anhelan.

 

     La desintegración de nuestra cultura es ejecutada por medio de las tendencias desordenadas propias del marxismo cultural, las cuales tienen como raíz las emociones desenfrenadas del hombre. Estos vicios, por esencia, contraen errores ya que anulan el análisis moral, empírico y racional, descartando por completo la certeza en la toma de decisiones. Los errores de la ideología izquierdista conforman un círculo vicioso, ya que a su vez generan nuevos errores, y así sucesivamente van corrompiendo todo el sustrato cultural de la sociedad.

 

     Lo que la Nueva Izquierda pretende es destruir la esencia de la existencia humana y su correspondiente orden natural dado por nuestro Padre Creador. El objetivo progresista es sustituir tal realidad por un modelo radical y utópico que jamás tiene en cuenta la evidencia empírica, y que está sumergido en el divague intelectual resultante de las fantasías y deseos provenientes de individuos conformistas y abstraídos de la realidad.

 

     Es así como la Nueva Izquierda defiende causas totalmente incongruentes con nuestra naturaleza. Por ejemplo, la ideología de género, el feminismo y el lobby LGBT pretenden devaluar el valor de las relaciones heterosexuales entre los seres humanos, al igualarlas en jerarquía con las homosexuales; la izquierda actual jamás pone en consideración la importancia de la procreación natural de nuestra especie, la crianza de la prole y el desarrollo civilizado de una familia gracias a la institución del matrimonio. Otro ejemplo, y totalmente obvio, es el aborto o asesinato de hijos por nacer, el cual es un crimen y un atentado directo al orden natural reproductivo humano. En cuanto a la propiedad privada, es crucial tener en cuenta que la misma surgió como vehículo para civilizar nuestra propensión natural al intercambio; la izquierda ignorando nuestra naturaleza aboga por destruir (o mutilar al máximo) la propiedad privada y así diagramar todas las relaciones humanas y comerciales bajo la utopía del igualitarismo forzado por medio de la “justicia social” de un gobierno socialista. Por último, y uno de los divagues más contemporáneos: la ideología vegana, la cual atenta contra nuestra propensión natural a hacer uso y a alimentarnos de otras especies; su utopía se basa en diagramar un mundo donde las bestias tengan los mismos derechos que el hombre y, por consiguiente, donde esté prohibido todo accionar humano que afecte de algún modo la vida animal.

     De acuerdo a las causas que persigue, el discurso de la Nueva Izquierda puede cambiar en la superficie pero siempre estará caracterizado por la corrección política[4] y por designar como enemigo común a la cultura occidental, cristiana y capitalista, la cual simboliza peyorativamente con la imagen del hombre blanco de familia, creyente, patriota, trabajador y heterosexual.

 

     El operar de la revolución cultural izquierdista se manifiesta en dos velocidades:

 

     Una es rápida, tajante, transgresora y violenta. Esta forma se ocupa de elevar a lo más alto el estandarte de una postura determinada, que puede ser considerada extremista en un principio, pero con el tiempo pasa a ser percibida por casi toda la población como entendible u objeto de debate. Por citar algunos ejemplos: los movimientos callejeros, las milicias irregulares, los discursos subversivos, la destrucción del espacio público y/o privado, entre muchos otros.

 

     La otra velocidad es lenta y difícil de percibir. Es la forma perfecta de adoctrinamiento y consolidación de la idea extremista propuesta en un principio durante la etapa transgresora. Este método se manifiesta puramente en el campo cultural, y sus principales vehículos de propagación son: los medios masivos de comunicación, la industria del cine y de la música, las universidades, las empresas transnacionales[5] y la “socialdemocracia” (un socialismo light propio de una clase política de centro que concede cualquier capricho a la Nueva Izquierda).

 

     Ambas velocidades de infiltración ideológica se nutren mutuamente. Una desencadena a la otra generando un círculo vicioso de errores y nuevas causas delirantes que justifican el continuo accionar subversivo y transgresor de la Nueva Izquierda.

 

     Por otro lado, el nuevo hombre izquierdista adoctrinado ya no es la “máquina de matar” propia de la revolución armada comunista (que tanto hacía apología el sanguinario guerrillero Ernesto “Che” Guevara), sino un hombre débil “progresista”, sin códigos ni reserva moral, adicto a la protesta (virtual o callejera), y que se encausa en cuanto fetiche ideológico “revolucionario” se pone de moda.


     Para visualizar mejor a lo que nos enfrentamos, es importante citar algunos ejemplos de los flagelos culturales que la Nueva Izquierda está imponiendo hoy en día en occidente: el feminismo, el lobby LGBT y la ideología de género[6]; el lenguaje “inclusivo”; la promiscuidad; el aborto o, mejor dicho, el asesinato de hijos por nacer; el control poblacional bajo una óptica malthusiana[7]; la censura y persecución bajo el eufemismo del “crimen de odio”; la “deconstrucción” de la familia tradicional; la destrucción de la fé cristiana; el “multiculturalismo”[8]; la imposicion del Islam (principalmente en Europa); la tiranía de las mayorias, que por mandato democrático avanza sobre los derechos fundamentales de propiedad y vida; el odio entre ricos y pobres; la “redistribución” de la riqueza o, mejor dicho, el robo institucionalizado; el adoctrinamiento escolar y universitario; el igualitarismo forzado por una “justicia social”; el derecho humanismo selectivo (solo para los izquierdistas); el garanto/abolicionismo penal; el ecologismo; el indigenismo; el veganismo; el relativismo moral, estético y artístico; entre muchos otros.

 

     Estos sesgos ideológicos no quedan solo dentro de las aulas universitarias o en la agenda mediática de turno, sino que tienen consecuencias sociales, políticas y económicas nefastas y en muchos casos irreversibles. He aquí algunos ejemplos de ello: la inseguridad en alza; la violencia y el caos social, como vimos en los levantamientos subversivos en Chile a fines de 2019; los niveles de endeudamiento público y privado récord; el despilfarro de recursos estatales; la imposición de regulaciones inútiles; los altos impuestos; los países usurpados por inmigrantes ilegales o irregulares que no se integran a la cultura local, como sucede hoy en día en muchas ciudades de Europa (Oslo, Estocolmo y Bruselas son buenos ejemplos) donde la inmigración musulmana ha sido promocionada y financiada por los poderes de la Nueva Izquierda, para asentarse e imponer su cultura en territorio occidental[9]; la corrupción de las tradiciones y los valores de los hombres y las mujeres occidentales, lo que ha llevado a niveles de infelicidad y vacío espiritual muy preocupantes (a pesar del confort material y tecnológico en el que viven).

     Podemos concluir esta sección afirmando que la Nueva Izquierda posee un componente revolucionario (toma las calles de forma subversiva) pero a la vez es hegemónica (tiene adentro del bolsillo a la clase política, a los medios, a los empresarios y a todos los organismos internacionales). Es por ello que debemos tener bien claro que la misma se disfraza de rebelión para seguir seduciendo a las masas, pero en realidad es el status quo del siglo XXI.

 

 

 

  

 

Sección II

La Nueva Derecha: la esperanza de occidente



1 - El surgimiento de la Nueva Derecha

 

     A medida que la Nueva Izquierda iba avanzando en pos de hegemonizar su ideología, copando los medios y las universidades, toda la clase gobernante centrista de occidente se rindió y adhirió, de forma completa o parcial, a los caprichos de la agenda neomarxista. Esta nueva política progresista y pusilánime del siglo XXI comenzó a abarcar tanto al sector ideológico de izquierda como también a una derecha “deconstruida” y acobardada, que suelen llamar “centro-derecha”. Con el correr de los años, y como era de esperar, la dirigencia fue demostrando su torpeza, hipocresía y naturaleza derrochadora de recursos económicos y humanos en la toma de decisiones tanto a nivel nacional como internacional.

 

     Los gobiernos empezaron a ceder ante los reclamos izquierdistas. En principio les concedieron el nefasto “Estado de bienestar” por medio de la tan aclamada “redistribución de la riqueza”, castigando de forma sistemática el éxito laboral. Su ejecución fue a base de impuestos altos y niveles récord de deuda pública y privada, incentivando la cultura de la vagancia, la prebenda y el odio entre los diferentes estratos sociales. Los ciudadanos se volvieron débiles, conformistas, envidiosos e irresponsables, bien dependientes de un Estado concededor de caprichos. Estos nuevos individuos sin identidad, rehenes del gobernante de turno y caracterizados por la mediocridad intelectual, tomaron como causa de vida la cultura del reclamo. Así se encargaron de consolidar por añadidura, y de forma gradual, el resto de la agenda de la Nueva Izquierda.

 

     Año tras año, las sociedades occidentales fueron reinventando su rebeldía, poniendo en manifiesto un sin fin de reclamos ideologizados y muy distantes de la evidencia empírica. Por supuesto, los políticos centristas cedieron sin reparo alguno, y los medios masivos y las universidades hicieron apología sin empacho de todos los divagues izquierdistas[10].

 

     Mientras que este proceso de degeneración cultural iba avanzando, la derecha más conservadora, que había sido relegada y difamada por el centrismo “bien pensante”, comenzó a redescubrirse, perfeccionándose de forma aislada y gradual, tanto en el campo político como filosófico.

     Fue necesario un evento político bisagra para que la Nueva Derecha comience a consolidarse: la victoria de Donald J. Trump en las elecciones presidenciales estadounidenses de 2016. Fue a partir de ese momento que en el resto del mundo comenzó a alinearse un pensamiento derechista, dispuesto a defender la tradición cristiana occidental y a presentarle batalla en todos los frentes al marxismo cultural de la Nueva Izquierda.

 

 

2 - Los referentes de la Nueva Derecha


     En Argentina, los exponentes más importantes de la Nueva Derecha son los autores Agustín Laje y Nicolás Márquez, quienes publicaron en el año 2016 “El Libro Negro de la Nueva Izquierda: ideología de genero o subversión cultural”, la primera obra que desenmascara categóricamente el avance de la última ola izquierdista. Vale aclarar que el magistral intelecto de estos dos pensadores no solo se centró en el ámbito literario, sino también en muchos campos de esta batalla cultural: en los medios de comunicación, en las redes sociales y en las centenares de conferencias (sin contar las censuras) que han dado tanto en Latinoamérica como en EEUU y Europa. Los dos pensadores han influenciado a líderes políticos de la Nueva Derecha, como son el presidente brasileño Jair Bolsonaro y el líder de VOX en España Santiago Abascal.

 

     Márquez y Laje han conformado y puesto en práctica el estereotipo perfecto de lo que podríamos denominar como el cruzado de la Nueva Derecha. Sus formas son confrontativas y políticamente incorrectas, distando mucho de la pusilanimidad pasiva propia de la centro-derecha “bien pensante”. El cruzado en esta batalla cultural no repara en humillar al contrincante izquierdista, utilizando un arsenal argumentativo basado en el pensamiento lógico, la evidencia empírica y la honestidad intelectual.


     A nivel internacional, no nos podemos olvidar del gran aporte del pensador brasileño Plinio Corrêa de Oliveira en su obra “Revolución y Contrarrevolución”, publicada en 1961. Si bien él no llegó a presenciar el avance cultural de la Nueva Izquierda en el siglo XXI, el autor se ocupó de describir y denunciar magistralmente la destrucción cultural llevada a cabo por la izquierda revolucionaria clásica, pasando por el igualitarismo y la eliminación de las jerarquías en todos los órdenes durante la Revolución Francesa, hasta la imposición totalitaria, socialista y atea del Comunismo en el siglo XX. El aporte de Plinio Corrêa de Oliveira fue clave para que hoy en día podamos entender la naturaleza cultural del proyecto revolucionario izquierdista y la urgencia que amerita la restauración de un orden basado en la austeridad, las jerarquías y la moral cristiana. Dicho esto, aclaremos que con esta mención no estamos haciendo una adhesión completa a todo el contenido de su obra, sino recalcando la importancia y veracidad de muchos de los postulados que el autor pronunció en ella. Mantenemos nuestras reservas respecto a su crítica absoluta a la Reforma protestante.

     Hoy en día, la Nueva Derecha está poco identificada pero conformada por toda clase de referentes independientes: periodistas, políticos, trabajadores, creyentes, escritores y activistas del mundo online. Su operar se encuentra bajo la lupa amenazante, difamadora y represora del aparato mediático, político y financiero de la Nueva Izquierda. Son incontables los casos de referentes censurados, condenados por “discurso de odio”, encarcelados, deportados o hasta amenazados de muerte por el simple hecho de hacer preguntas y/o dar argumentos que desenmascaran los intereses de la agenda global progresista.

 

     Por citar algunos ejemplos: el periodista inglés Tommy Robinson (referente de la lucha contra la islamización de Europa) ha sido condenado y encarcelado en dos oportunidades por tener la valentía de investigar los casos ocultos de violación de menores por parte de adultos musulmanes en Inglaterra[11]; también es importante el ejemplo de la activista canadiense Lauren Southern, quien fue deportada del Reino Unido e interrogada como si fuese una terrorista por el hecho de documentar y poner en evidencia el extremismo islámico y la crisis migratoria de Europa occidental[12]. En países como Canadá, Australia o el Reino Unido hoy en día podes ir preso por profesar lo que el progresismo llama “discurso de odio” o “perturbación de la paz social”, siempre juzgando a tales “delitos” con un sesgo totalmente izquierdista.

 

     En Argentina, tenemos el nefasto organismo progresista del INADI[13], que cada vez tiene mayor poder al operar como una agencia perseguidora del pensamiento disidente a la agenda de la Nueva Izquierda. Uno de los tantos ejemplos es el del periodista deportivo Walter Queijeiro, quien fue demandado y perseguido por la titular del INADI, Victoria Donda, solo por el hecho de definir al hombre travestido Florencia de la V por lo obvio: su sexo (no nos referimos a “sexo biológico” ya que es una redundancia).

     En la mayoría de los casos, la población no llega a percibir estas realidades debido a que los medios masivos están encargados de difamar al acusado o esconder bajo la alfombra el sin fin de maniobras inmorales e ilegales de los grupos de poder izquierdistas. Es así como existe una mayoría silenciada pero a la espera de conocer la verdadera cara totalitaria de la Nueva Izquierda. Son hombres y mujeres de bien que están a punto de despertar en todas las naciones de occidente.

 

     El primer país en catalizar el descontento social tan latente fue Estados Unidos, con Donald Trump a la cabeza. Posteriormente, en las elecciones brasileñas de 2018, también se dió el mismo fenómeno con la victoria del excelentísimo derechista Jair Bolsonaro.

 

     Dada la realidad actual, tenemos el deber de identificar y sistematizar el campo ideológico de la Nueva Derecha, en pos de poder ejecutar una acción política de forma coordinada y consistente a una escala de valores fundados en la honestidad intelectual, el compromiso nacional, la fé cristiana, el sacrificio y la conservación cultural.

 

 

 



 

Sección III

Decálogo de la Nueva Derecha Argentina

 

 

1 - Nacionalismo

 

     “Cuando la Patria peligra, todo esta permitido, excepto, no defenderla”

     - Gral. José de San Martín

 

 

     Defendemos y amamos a nuestra Patria soberana. Glorificamos a nuestros padres fundadores, a nuestros héroes y veteranos de guerra, a nuestra bandera, a nuestros símbolos y al Himno Nacional Argentino.

 

     La Nueva Derecha sostiene que los argentinos somos libres gracias a nuestros antepasados patriotas e independentistas, y al contrato social que nos consolidó como país: la Constitución Nacional de 1853. Es por ello que cada uno de nosotros tiene el deber de defender la Patria y sus instituciones ante todo agresor que pretenda subvertir el orden constitucional.

 

     Defendemos la igualdad de cada ciudadano argentino ante la ley, y jamás cederemos al igualitarismo liberticida impuesto por la Nueva Izquierda.

 

     Reconocemos la importancia de un sistema federal con un límite al poder político por medio de la descentralización y competencia institucional. Tal sistema se caracteriza por la autonomía administrativa y financiera de cada una de las provincias unidas, siendo el Estado Nacional sólo el guardián protector en materia de Defensa, Justicia y Conservación Cultural.


    
Concebimos a la función pública como un honor, sin ningún tipo de fin lucrativo, cuál único objetivo es servir a los ciudadanos. Condenamos, repudiamos y castigamos todo hecho de corrupción y traición a la Patria.


 

2 - Moral Cristiana

 

     Reconocemos que nuestra reserva de valores y brújula moral está basada en las Leyes de Dios[14] y en los Santos Evangelios[15]. El resultado cultural es sin duda una guía moral tanto para creyentes, agnósticos y no creyentes.

 

     Enaltecemos a la vida humana como el derecho supremo y divino de nuestra civilización, el cual debe ser protegido hasta las últimas consecuencias.

 

     Defendemos la familia tradicional como la institución pilar de nuestra sociedad para la devoción a Dios desde temprana edad y la transmisión de valores. Consideramos también a la familia como un importante límite al poder político y como la unidad esencial que da lugar a la expansión de la vida humana. Vale resaltar que la izquierda siempre ha pretendido destruirla, ya que la misma dificulta mucho el adoctrinamiento y el control del Estado sobre los individuos.

     Algo muy similar sucede con las iglesias cristianas, la izquierda siempre ha estado empecinada en difamarlas, y en muchos casos desintegrarlas por completo. Una iglesia se conforma por la asociación voluntaria de sus miembros, y su principio fundamental es el amor a Dios y al prójimo, haciendo que la vida en comunidad sea virtuosa, cálida y pacífica. Los diferentes tipos de iglesias desplazan la labor demagoga y violenta de un Estado socialista, reemplazandola por la acción solidaria y la transmisión de valores comunitarios sin hacer uso de la violencia.

 

     Los valores tan importantes como el sacrificio, la honestidad, la austeridad, la belleza cultural, la nobleza, el perdón, el arrepentimiento, la empatía y el amor al prójimo hacen que la vida cristiana en comunidad florezca en armonía sin necesidad de un estado que controle cada detalle de nuestras vidas. Estas virtudes también relegan a un segundo plano a los placeres materiales, los cuales lamentablemente han dominado la vida del hombre occidental contemporáneo.

 

     Ante la ausencia de valores, el hombre occidental ha dejado de lado la cultura cristiana, pasando a ser rehén de gobiernos y organizaciones cada vez más absolutistas, y esclavo de un estilo de vida conformista, superficial y extremadamente materialista. Es por ello que la piedra angular de la Nueva Derecha Argentina es la moral cristiana, y pretendemos sin lugar a dudas defenderla hasta las últimas consecuencias.

 


3 - Ciencia, Comercio y Propiedad Privada

 

     La cultura del trabajo, la responsabilidad y la meritocracia reemplazan al Estado socialista, clientelista y repartidor de prebendas. Creemos fehacientemente que la austeridad y el sacrificio son las bases morales del desarrollo económico.

 

     El respeto a la propiedad privada es esencial para el comercio pacifico entre las personas. Violar tal derecho fundamental ha sido el objetivo sistemático de la izquierda. Nosotros, los derechistas, nos oponemos enfáticamente a tal atropello.

 

     Defendemos el auge del conocimiento académico por medio de la filosofía, el método científico, la ética, el debate libre de ideas, la refutación de teorías y la evidencia empírica.

 

 

4 - Conservadurismo

 

     Conservamos nuestra identidad nacional, occidental y cristiana incentivando el avance tecnológico y científico, pero marcando siempre los límites morales.

 

     Debemos preservar nuestra valiosa historia nacional, las tradiciones, los valores, la belleza artística, los modales, las formas, los códigos de conducta y el valor supremo de la palabra.

 

     En un mundo donde la información se esparce globalmente en cuestión de segundos, una sociedad sin identidad está a la deriva de la manipulación y el adoctrinamiento por parte de la izquierda internacional. La gran mayoría de los políticos, medios y empresarios transnacionales tienen el objetivo de “deconstruir” a los estados nación occidentales y a sus respectivas tradiciones cristianas. Ante esta realidad, la Nueva Derecha Argentina defiende el cristianismo y la identidad nacional como los dos anticuerpos culturales claves contra la agenda globalista de la Nueva Izquierda.


     Es por ello que para ser una nación independiente y líder primero debemos estar dispuestos a identificar, proteger y conservar nuestros valores y nuestras tradiciones, de lo contrario nuestra querida República Argentina seguirá estando a merced de la conquista cultural progresista.

 

 

 

 

Sección IV

Adopción

 

 

     El Decálogo de la Nueva Derecha Argentina es integral pero demanda estricta continuidad para su adopción. En otras palabras: es crucial la aplicación en su conjunto y la posterior eterna vigilancia. De suceder lo contrario, de violar o pasar por alto alguno de los principios, será cuestión de tiempo para que la sociedad pase a ser conquistada nuevamente por la izquierda cultural.

 

     Vale destacar que la defensa de nuestra identidad nacional no solo debe ser resguardada por las instituciones del Estado, sino también existe una gran responsabilidad por parte de la sociedad civil y los diferentes cuerpos intermedios: las familias, las iglesias, las asociaciones, los centros educativos, las empresas, etc. 

 


 

 

Conclusión


    

     Nuestra República Argentina necesita, hoy más que nunca, un cambio de matriz ideológica en la clase política. La demagogia, la corrupción y el socialismo deben ser confrontados con determinación y convicción moral. La Nueva Derecha nació para librar esta batalla cultural contra la Nueva Izquierda, y así llevar adelante el Renacimiento Argentino.

     La mayoría de nosotros quiere vivir y trabajar en paz, en consonancia con las tradiciones nacionales y los valores cristianos que hemos forjado durante muchas generaciones. Sabemos que nuestra identidad importa, y que nuestro país tiene todo para ser potencia y un ejemplo entre todas las naciones.

     Debemos tener en claro que este cáncer cultural progresista no va a ceder y que su objetivo es infectar cada rincón del mundo occidental. Lo vemos hoy en día de muchisimas formas, desde la censura creciente al sentido común y a las opiniones derechistas, hasta la locura de imponerles la “autopercepción” transexual (junto a la hormonización y hasta amputación genital) a niños de cinco años de edad. 

 

     Pero en Argentina, a pesar de la caótica situación económica que presenciamos, estamos a tiempo de revertir la situación. Somos patriotas y nuestra tradición cristiana aún no ha muerto. Nuestro país no debe rendirse frente a la Nueva Izquierda, sino que debe combatirla y luego florecer como nunca antes.

     En conclusión, la Nueva Derecha Argentina llegó para defender a los ciudadanos olvidados por la clase política y silenciados por la cultura izquierdista dominante. El punto de partida está escrito, ahora se necesita de la convicción y la participación de todos los argentinos de bien que anhelan un futuro glorioso para nuestros hijos.

 


Acerca del autor

 

 


     Nacido en la Ciudad de Buenos Aires en Febrero de 1991. Eric Harris forjó una destacada vocación por la filosofía política y económica desde muy temprana edad. Más de adulto se ha especializado en tres importantes campos: el cristianismo, como piedra angular del orden occidental; los sistemas de gobierno, y la implementación de los mismos en relación a los incentivos humanos y políticos; y la economía, hallando gran inspiración en los pensadores de la Segunda Escolástica, Adam Smith y la Escuela Austriaca.

 

     El autor ha escrito numerosos artículos para el diario Prensa Republicana. Actualmente es fundador y director de Se Acabó la Joda.

 

 

 

 


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[1] Harvard University Press, Francia. “El libro negro del comunismo”, 1997.

[2] AUNAR, “Subversión: la historia olvidada, documento histórico”.

[3] Exactamente 1094 asesinados, 2368 heridos y 758 secuestrados. MANFRONI, CARLOS A.; VILLARRUEL, VICTORIA E. “Los otros muertos: Las víctimas civiles del terrorismo guerrillero de los 70”, 2014.

[4] Entiéndase por corrección política a una narrativa que nunca hace hincapié en la honestidad intelectual y en las verdades objetivas. Simula ser correcta, teniendo un común denominador ideológico y tendencioso con fines muy marcados, que las masas pueden asimilar sin tener que hacer uso de sus capacidades cognitivas. La hipocresía intelectual de los discursos demagogos y populistas es un claro ejemplo de corrección política.

[5] Empresas muy ideologizadas y/o muy tentadas por el lucro que deja la propaganda progresista. Ejemplos: Google, Facebook, Netflix, entre muchas otras.

[6] Recomiendo la magistral obra  “El Libro Negro de la Nueva Izquierda: ideología de genero o subversión cultural” de Agustín Laje y Nicolás Márquez.

[7] Thomas Robert Malthus, “Ensayo sobre el principio de la población”, 1798. Malthus elaboró una teoría donde afirma que la población crece más rápido que los recursos, y por ende el aumento demográfico produce mayor pobreza. Un divague bien comprado por la izquierda, pero sin ningún tipo de sustento con la evidencia empírica. Durante los últimos 200 años los números poblacionales han crecido a tasas récord, y la pobreza no para de disminuir año tras año gracias al comercio de propiedad privada y al avance tecnológico.

[8] Multiculturalismo: utopía izquierdista que solo genera como resultado la desintegración cultural (como vemos hoy en día en los principales centros urbanos del primer mundo), la segregación o el enfrentamiento explícito entre grupos sociales con modos de vida muy opuestos.

[9] Por citar un solo caso entre muchos en todo Europa. El barrio de Molenbeek en las afueras de Bruselas alguna vez fue un suburbio de habla francesa y cultura cristiana, hoy en día está tomado por musulmanes que imponen su cultura. Por las calles nadie habla francés y el crimen aumenta de forma exponencial, no se integran en lo mas mínimo a la cultura occidental que los ha recibido y peor aún, pretenden segregarse e imponer su ley: la Ley Sharia del Islam. Ingresar a los siguientes links para ver “Por qué Lauren Southern necesitó de seguridad privada para caminar a través de Molenbeek” https://www.youtube.com/watch?v=2sWaBeucCbw ; y “Partido Islámico pretende transformar Bélgica” https://www.youtube.com/watch?v=9Ly-T1BNQbw

[10] Muchos de ellos citados en la sección anterior (página 10).

[11] Lamentablemente la información mediática sobre el caso de Tommy Robinson es escasa y difamatoria. Recomiendo el trabajo hecho por Rebel News, sitio canadiense independiente que cubre muchos de los sucesos de persecución a referentes de derecha. Sobre el caso en cuestión pueden ingresar a los siguientes links: https://www.youtube.com/watch?v=4w6LdNh7MKw ; y https://www.youtube.com/watch?v=iYfStBZ2w8w .

[12] “¿Por qué tres activistas anti-islam fueron denegados a ingresar al Reino Unido?”, BBC News, 2018. https://www.bbc.com/news/blogs-trending-43393035

[13] “Instituto Nacional contra la discriminacion, la xenofobia y el racismo”.

[14] Los Diez Mandamientos. La Biblia, Éxodo 20:1-17 .

[15] La Biblia, Nuevo Testamento.