EL LIBRO DE DOÑA PETRONA
Por Tomás I. González Pondal
Para quienes no la conocen, doña Petrona fue una famosísima cocinera, más conocida por su célebre libro de recetas de cocina llamado “El libro de Doña Petrona”. Sorprende saber que su obra superó en ventas a Borges, a Sábato y hasta el mismísimo Martín Fierro. Petrona es un claro ejemplo de cómo ser destacada sin estar destruyendo paredes. Petrona trabajaba. Para mayor sorpresa, se dice que en las librerías de Argentina “el único libro más vendido que el de doña Petrona era la Biblia”. “El libro de Doña Petrona” ha sido editado más de cien veces y traducido a varias lenguas.
Mi madre posee un ejemplar del referido libro, razón por la cual me permito hacer algunas memorias. Por caso, para hacer scones debe usarse: 150 gr manteca bien fría; 1/2 kg harina; 4 cditas llenas de polvo de hornear; 100 gr azúcar; 1 poquito sal; 2 huevos; 1 taza leche tamaño te de leche fría; 1 huevo batido para pintar los scones. Tratándose de la hechura de una Pasta Frola, Petrona indica: 300 g harina 0000; 150 g manteca; 3 yemas; 4 cdas. Azúcar; 1/2 cdita. Bicarbonato; 1 cdita. de esencia de vainilla; 400 gramos dulce de membrillo. Podríamos seguir citando recetas de la famosa cocinera, pero entiendo que a estas alturas usted se estará preguntando a qué viene todo esto. Su deducción pronta y que yo compartiré, es que, casi con seguridad, junto con la Biblia y los libros de biología, si hay una obra que gustosas incendiarían las feministas, es precisamente el de recetas para cocina escrito por la pujante santiagueña consabida. Le aplicarían con gusto aquello de: “Estás al horno”. Pero me apartaré ahora de esas consideraciones, pues quiero llegar a otro lugar.
Usted si quiere hacer scones debe seguir determinadas pautas. En otras palabras, si quiere obtener un scon, no solo no puede usar cualquier medida, sino que no puede meter cualquier materia. No le saldrá bien la comida mencionada si para hacer 30 scones le mete 30 kilos de harina; tampoco si le mete pato con naranja. No le saldrá bien la pasta frola si en vez de150 gramos de manteca le mete cinco kilos, o si en vez de membrillo usa acelga. En definitiva, es bajo ciertas medidas y bajo ciertas materias que obtendremos determinadas comidas. Es bajo ciertas medidas que arroja mi cuerpo que el sastre podrá hacer bien el traje que le encargo. Si usted destroza una rueda de su Ford Taunus, cuando va a la gomería en busca de nuevo rodado que solucione el problema, lo lógico es que le den un neumático con la medida exacta para su vehículo, y no una goma de camión Scania. El oculista le soluciona la visión determinando con exactitud cuál es el problema que tiene y recetándole determinados lentes. Nunca hemos visto a una persona que en vez de anteojos lleve dos telescopios en su rostro durante todo el día. Podríamos poner infinidad de ejemplos, con los que podemos probar que hay una precisión para cada cosa. Pero, con todo, una vez más se estará preguntando a dónde estamos yendo.
Vamos a esto. Que una abortista que va a comprar su pañuelo verde, se indignará si el vendedor le da un pañuelo celeste diciendo sarcásticamente “aquí tiene su pañuelo verde”. Según la longitud de onda, la feminista abortista exige total precisión para su trapo verdoso significativo del asesinato. Vamos a esto. Que para una feminista el color es completamente preciso, pero si se trata de una precisión genética como que “los cromosomas sexuales pueden ser X o Y,” y que “constituyen pares diferentes en función de que se trate de un hombre o una mujer, pues, como su nombre indica, son los responsables del sexo y marcan las diferencias entre el hombre y la mujer;” y que “la mujer posee dos cromosomas sexuales X y el varón posee un cromosoma sexual X y un cromosoma sexual Y”; para ello, digo, siguiendo a su ideología de género, lo que cuenta y hacen valer es la pura invención subjetiva de cada uno. Vamos a esto. Que científicamente, con total precisión, tras la unión cromosomática, todo ser humano “sólo puede heredar 23 cromosomas de cada progenitor en el momento de la fecundación. Por lo tanto, si una mujer tiene 46 cromosomas y un hombre tiene 46 cromosomas, cada uno debe transferir a su hijo en el momento de la fecundación la mitad de su dotación (23 cromosomas), para que éste tenga finalmente 46 cromosomas (los 23 de la madre + los 23 del padre = 46)”. Vale decir que, siguiendo esa “receta” de máxima precisión ideada por el más genial Cocinero que existe, de esa formación compuesta de materia (espermatozoide y ovulo) y forma (alma racional); de ese ser con su código genético (ADN) único e irrepetible, solo puede obtenerse un ser humano, y no un producto correspondiente a la fantasía de alguien.
Si el libro de Petrona se posicionaba en ventas inmediatamente por debajo de la Biblia, quiere decir que Petrona fue una líder “patriarcal” que merece un respetable monumento. Quiere decir que, por lo que se ve, la cocina no fue tan mala para las mujeres. En todo caso y en relación a lo último, quien piense de contrario modo, deberá admitir que doña Petrona debe haber tenido una virtud especialísima para hipnotizar con sus recetas a miles de señoras y señoritas, llevándolas a un lugar al que muchas personas pretenden darle un rango inferior al de una cárcel y que se llama: “cocina”. La doña sería la señora de las recetas alimentarias que alimentaron a un “sistema opresor”. Ni qué hablar de que la famosa obra con fórmulas alimentarias consagra varias páginas a la preparación de carnes, cosas que, como también sabemos, vienen, de forma medrosa, siendo atacadas por un feminismo que defiende que no se mate al mosquito al tiempo que lucha encarnizadamente para matar al bebito. En definitiva, tenemos esto: sociedades enteras; medios de comunicación; editoriales; todos de consuno dando su aquiescencia para que una mujer haga reinar al “malvadísimo patriarcado.”
La primera edición apareció en 1933, y una de las últimas la hizo editorial Planeta en julio de 2018, es decir “ayer.” Planeta difunde textos feministas, pero cuando se trata de dinero, al parecer, la cocina y el “régimen patriarcal” traen suculentos réditos.
“El Libro de Doña Petrona” enseña muchas cosas más que recetas para la elaboración de alimentos. Por caso, refleja un orden superior olvidado, y, más que olvidado, atacado. El escrito hornea invisiblemente una alegría especial solo vivida en lo recóndito de los hogares.
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