Estimado Javier:
como descendiente de carlistas tuve la impresión de un
"décalage" bastante grande entre mi idea del carlismo y su visión de
las cosas, que adhiere a la Tradición pero parece sufrir
la influencia de autores semi-contra-revolucionarios, que rechazan los errores progresistas
y socializantes abiertos pero se resienten de ellos en forma velada, en una
curiosa simbiosis ideológica casi indefinible, por la variedad enorme de
matices.
Algo más que despertó cierta sorpresa en mí es ver que insiste en
puntos que he tratado, como si no leyera con el detenimiento necesario los
mensajes. Después de haber mostrado en éstos el papel nefasto del
enciclopedismo en la desarticulación del Imperio Español , Ud. me habla de
Smith, el anglosajón que con Malthus y Ricardo forjaron aquella visión pagana y
materialista de la economía que condena Pío XI; que fue parte de la etapa preparatoria de la catástrofe de la Revolución Francesa.
También mostré el carácter prácticamente comunista de los enciclopedistas, masones y jacobinos, enemigos de la trilogía Religión – Familia
- Propiedad.
No queda clara su posición ante Felipe II y Carlos I, y me llama un
poco la atención su silencio sobre mis afirmaciones con relación a la monarquía
y a la democracia con élites concentrándose en atacar algo que no sólo no
defiendo sino condeno.
Asimismo, como luchador por la Civilización Cristiana
y Mariana, soy co-organizador de la ya III Jornada de Cultura Hispanoamericana
por la
Civilización Cristiana, que, gracias a Dios, es un punto de
referencia para quienes deseen luchar sin concesiones a la Revolución. No obstante, Ud., como lo
hacía "Ernesto", con aire de quien me responde, apunta su artillería
contra el capitalismo liberal por mí rechazado, reiterando el error de considerar
anticatólico el capitalismo legítimo, aquel que no fue inventado por el Sr. Smith en el 1700, ya que Nuestro Señor
Jesucristo, 17 siglos antes, lo usa como ejemplo en la parábola del propietario
de las viñas que contrata asalariados para que trabajen en ella (ver mensajes).
Ello me recuerda lo que Nuestro Señor llama “mirar sin ver, y oir
sin escuchar” (Evang. de San Mateo).
Mi postura es de adhesión total y categórica a la inmutable doctrina católica tradicional sobre el tema, magistralmente
explicitada por los documentos papales.
No me cansaré de reiterar, por ser doctrina católica y por ser la
defensa de la propiedad privada un deber sagrado, como lo enseña León XIII
(como que está instituida en 2 de los 10 mandamientos), que:
el capitalismo en cuanto
existencia de dos partes, que deben trabajar en armonía,
una que es dueña de los medios de producción, por ejemplo una finca, una
fábrica; y otra parte, obrera, que
trabaja por un salario justo, es un sistema aprobado por la Iglesia Católica.
Sistema natural y viejo como la humanidad, que usado debidamente en nada
contradice al destino universal de los bienes ni la función social de la propiedad privada,
que Ernesto y Ud. parecen interpretar como algo sospechoso, que la deja maltrecha y rengueando, como un mal menor;
cuando en realidad es una institución querida por Dios sobre la que existe una
visión armónica, que emana del Antiguo y Nuevo Testamento, de Santo Tomás, y
que Pío XI desarrolla con claridad
meridiana en Quadragesimo Anno, conmemorando la Rerum Novarum de León XIII, a
lo que se suma Juan Pablo II en la Centesimus
Annus.
A ese capitalismo legítimo debe defenderlo un católico pues la Iglesia lo hace; y no llevar
a que se lo confunda con el capitalismo liberal, recurso indebido de progresistas
y de pseudo-tradicionalistas con el que se choca frecuentemente:
“Nada, pues, (…) tan santo como la justicia, que manda que se
conserve íntegro el derecho de propiedad, que defiende la diversidad de clases,
propia de toda sociedad bien constituida…” (León
XIII, “Graves de Co m m u n i”, A.S.S., XXXIII, p. 387, ed. S.C. de Propaganda
Fide).
Esa nebulosa ideológica le hace el juego al comunismo,
por más dispuestos que estemos a derramar nuestra sangre contra los rojos. No
es raro encontrar personas que se llaman anti-comunistas, hispanistas,
tradicionalistas, que repiten que "el peor de los males es el
capitalismo", como lo hicieron ya algunos mentores del Nacionalismo que
admiraban la Rusia
soviética y los modelos de fuerza. Y hacerlo beneficia la campaña del
socialismo y el comunismo -como denuncia Pío XI en Quadragesimo Anno-, sistemas
intrínsecamente perversos, tratados de muy otro modo por los Papas, como lo
veremos. Eso es hacerle el juego al comunismo y no, evidentemente, debatir las
diferencias.
Aclarados estos puntos, y a disposición suya en lo que no esté
claro (y le agradeceré que en lo posible critique lo que digo y no lo que Ud.
imagina que pienso, o bien, si quiere combatir el capitalismo liberal, aclare
que no se refiere a mi postura), paso a demostrarlo con citas pontificias:
"Todo espíritu recto debe reconocer que el régimen económico del capitalismo
industrial contribuyó a hacer posible, y hasta estimular el
progreso del rendimiento agrícola; y que permitió, en muchas regiones del
mundo, elevar a un nivel superior la vida física y espiritual de la
población del campo. No
es, pues, este régimen en sí mismo a quien se debe acusar, sino
el peligro que amenazaría, en caso de que su influencia llegase a alterar el
carácter específico de la vida rural, asimilándola a la vida de los centros
urbanos e industriales, haciendo del "campo", tal como es entendido
aquí, una simple extensión o anexo de la "ciudad"."
Pío XII, Discurso del 2 de julio de 1951 al I Congreso
Internacional sobre los Problemas de la
Vida rural - "Discorsi e Radiomessaggi", vol. XIII,
pp. 199-200.
Por si no fuera suficiente lo enseñado con meridiana claridad por
Pío XII, cito trechos de una muy importante Carta Pastoral:
"El régimen capitalista en cuanto admite como base la propiedad
privada, en sí es legítimo. La
Iglesia combate sus abusos pero no apoya su destrucción.
"EXPLANACION
"En cuanto al capitalismo, es necesario disipar la confusión que se estableció a este respecto en el lenguaje
corriente. El régimen
capitalista en sí mismo, esto es, basado en la propiedad privada y en la libre
iniciativa, y produciendo ganancias en la medida en que lo permita la moral, es
legítimo y no se puede confundir con los abusos a que concretamente estuvo
sujeto en no pocos lugares.
"Importa pues distinguir la legítima defensa de organizaciones
obreras bien intencionadas contra los abusos del capitalismo, de la lucha de organizaciones revolucionarias, que
proclaman la ilegalidad del régimen capitalista en sí mismo. Quien se asocie a estas organizaciones
colabora con el comunismo e incurre en la censura contenida en la Carta de la Sda. Congregaciòn
de los Seminarios al Episcopado Brasileño" (sigue la cita de la Carta, que pongo a
disposición); “Antonio de Castro Mayer, Obispo de Campos – Brasil: “Problemas
del Apostolado Moderno” “Seguido de un compendio de verdades oportunas que se
oponen a los errores contemporáneos”, Librería Católica Acción, Buenos Aires;
cuenta con Imprimatur de Antonio Rocca, Obispo de Augusta y Vicario General,
junio de 1959).
Este mensaje ya está más largo de lo que quisiera; como
Ud. dijo, hay afirmaciones que requieren un tratado para refutarlas.
No pude ocuparme del texto de Ernesto, que contiene flagrantes
contradicciones con la doctrina pontificia. Las dejo para otro mensaje.
Cordialmente,
Luis
julio de 2007