Meditaciones del Dr. Plinio Corrêa de Oliveira, cuya madre, la Sra. D. Lucilia Ribeiro dos Santos de Corrêa de Oliveira, le infundió desde niño una gran devoción al Sagrado Corazón de Jesús(*)
La fiesta
del Sagrado Corazón de Jesús es por excelencia, la fiesta del amor de
Dios
El simple
enunciado del Nombre Santísimo de Jesús recuerda la idea del amor. ¡El
amor insondable e infinito que llevó a la Segunda Persona de la Santísima
Trinidad a encarnarse! El amor expresado a través de esa humillación
incomprensible de un Dios que se manifiesta a los hombres como un niño
pobre, que acaba de nacer en una gruta.
El amor
que se manifiesta a través de aquellos treinta años de vida recogida, en
la humildad de la más estricta pobreza, y en las fatigas incesantes de
aquellos tres años de evangelización, en que el Hijo del Hombre recorrió
caminos y atajos, transpuso montes, ríos y lagos, visitó ciudades y
aldeas, atravesó desiertos y poblados, habló a ricos y pobres, esparciendo
amor y recogiendo en la mayor parte del tiempo principalmente ingratitud.
¡El amor
demostrado en aquella Cena suprema, precedida por la generosidad del
lavado de los pies y coronada por la institución de la Eucaristía! El amor
de aquel ultimo beso dado a Judas, de aquella mirada suprema dirigida a
San Pedro, de aquellas afrentas sufridas en la paciencia y en la
mansedumbre, de aquellos sufrimientos soportados hasta la total
consumación de las últimas fuerzas, de aquel perdón mediante el cual el
Buen Ladrón robó el Cielo, de aquel don extremo de una Madre celestial a
la humanidad miserable.
Cada uno
de estos episodios fue meticulosamente estudiado por los sabios,
piadosamente meditado por los Santos, maravillosamente reproducido por los
artistas, y sobre todo inigualablemente celebrado por la liturgia de la
Iglesia. Para hablar sobre el Sagrado Corazón de Jesús, sólo hay un medio:
es recapitular debidamente sobre cada uno de ellos.
Realmente,
venerando al Sagrado Corazón, la Santa Iglesia no quiere otra cosa sino
prestar una especial alabanza al amor infinito que Nuestro Señor
Jesucristo dispensó a los hombres. El corazón simboliza el amor, y dando
culto al Corazón, la Iglesia celebra el Amor.
La fiesta
del Sagrado Corazón de Jesús es por excelencia, la fiesta del amor de
Dios. En ella, la Iglesia nos propone como tema de meditación y como
blanco de nuestras plegarias el amor tiernísimo e invariable de Dios, que
hecho hombre, murió por nosotros. Mostrándonos el Corazón de Jesús
ardiendo de amor a despecho de las espinas con que lo circundamos por
nuestras ofensas, la Iglesia abre para nosotros la perspectiva de un
perdón misericordioso y amplio, de un amor infinito y perfecto, de una
alegría completa e inmaculada, que deben constituir el encanto perenne de
la vida espiritual de todos los verdaderos católicos.
Amemos al
Sagrado Corazón de Jesús. Esforcémonos porque esa devoción triunfe
auténticamente (no apenas a través de algunos simbolismos) en todos los
hogares, en todos los ambientes y sobre todo en todos los corazones. Sólo
así conseguiremos reformar al hombre contemporáneo.
(*)
Traducción y adaptación de extractos de artículos en “O Legionario” 21 de
Julio de 1940 y 22 de Junio de 1941, por
Acción Familia (Chile), con el título "Sagrado Corazón de Jesús: la Iglesia abre para nosotros la perspectiva de un perdón misericordioso y amplio"
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