La ineficacia de los lockdowns para contener la propagación del virus chino
El análisis del IPCO consideraba poco razonable el confinamiento de todos los habitantes porque paralizaría la vida del país, señalando que había expertos que sugerían, por el contrario, el aislamiento temporal tan sólo de las personas ya contaminadas por el virus, así como medidas eficaces para proteger a la población de riesgo (ancianos, obesos y personas que padecen determinadas enfermedades). Se trata del llamado «aislamiento vertical» en contraposición al «aislamiento horizontal» (lockdown).
Este planteamiento fue convalidado cinco meses después por la Declaración de Great Barrington, redactada por los académicos Sunetra Gupta (Oxford), el ya mencionado Jay Bhattacharya (Stanford) y Martin Kulldorff (Harvard), que fue firmada por 13.985 científicos de Medicina y Salud Pública, y 42.519 médicos y asistentes médicos.
Esta Declaración denuncia que «las actuales políticas de confinamiento (lockdown) están produciendo efectos devastadores lo que conducirá a un mayor exceso de mortalidad en los próximos años, siendo la clase trabajadora y los miembros más jóvenes de la sociedad aquellos sobre los que recaerá el peso más grande de estas medidas». «A medida que se desarrolla inmunidad, el riesgo que todos tienen de infectarse —incluyendo los vulnerables— desciende. La manera más humana de abordarlo, midiendo los riesgos y los beneficios de alcanzar la inmunidad de rebaño, es la de permitirle a aquellos que están bajo un mínimo riesgo de muerte, vivir sus vidas con normalidad para alcanzar la inmunidad al virus a través de la infección natural, mientras se protege mejor a aquellos que se encuentran en mayor riesgo. Esto lo llamamos Protección Enfocada».
Por ello, la Declaración promueve las siguientes medidas de sentido común: « Las escuelas y universidades deberían abrir para una enseñanza presencial. Las actividades extracurriculares, como los deportes, deberían reanudarse. Los adultos jóvenes de bajo riesgo deberían trabajar con normalidad, en lugar de hacerlo desde casa. Los restaurants y otros negocios deberían abrir. Las artes, la música, los deportes y otras actividades culturales deberían reanudarse. La gente que se encuentra en mayor riesgo podría participar, si así lo desea, mientras la sociedad en conjunto disfruta de la protección otorgada a los vulnerables por aquellos que han desarrollado inmunidad de rebaño» (8).
La ineficacia de los confinamientos universales para contener la propagación del coronavirus ha quedado patente en Estados Unidos, donde los estados que aplicaron normas más estrictas durante el último invierno presentan una media de mortalidad ligeramente superior a la de los estados similares que impusieron restricciones leves a sus habitantes, como puede verse en el siguiente gráfico, donde estas últimas aparecen en rojo:
Otro ejemplo elocuente son los barrios neoyorquinos donde se concentran los seguidores de la rama jasídica del judaísmo (9) , que han hecho caso omiso de las normas impuestas por el alcalde de la ciudad, manteniendo las escuelas abiertas y asistiendo a reuniones multitudinarias con motivo del funeral de un importante rabino y la boda del hijo de otro, lo que llevó al New York Times a denunciar con un gran titular: «‘Plaga a escala bíblica’: familias jasídicas afectadas por un virus en el área de Nueva York»(10).
De hecho, mientras que la ciudad en su conjunto ha tenido hasta la fecha una tasa de 382 muertes por cada 100.000 habitantes (11), los barrios jasídicos -que no son prósperos y tienen una alta densidad media por hogar por tener muchos hijos- han tenido una incidencia mucho menor de muertes por cada 100.000 habitantes: East Williamsburg, 287; Borough Park, 275 y Williamsburg, 185 (12).
En un estudio publicado recientemente en el European Journal of Clinical Investigation, los citados científicos Ioannidis y Bhattacharya, junto con los profesores Oh y Bendavid, de la Universidad de Stanford, concluyeron que: «No hay pruebas de que las intervenciones no farmacéuticas más restrictivas (‘lockdowns’) hayan contribuido substancialmente a duplicar la curva de nuevos casos en Inglaterra, Francia, Alemania, Irán, Italia, Países Bajos, España o Estados Unidos a principios de 2020. […]. Los datos no pueden excluir totalmente la posibilidad de algunos beneficios. Sin embargo, incluso si los hay, esos beneficios pueden no compensar los innumerables daños de estas medidas agresivas» (13).
Como reiteró recientemente el Profesor Bhattacharya en una entrevista, «para la mayoría de la población más joven, los daños colaterales de los bloqueos suponen un riesgo mayor que la infección por Covid; al confiar en bloqueos ineficaces para proteger a los mayores y evitar estrategias de protección específicas, acabamos exponiendo a los mayores al virus y perjudicando a los jóvenes con los bloqueos»(14).
En opinión de la Dra. Elke van Hoof, Catedrática de Psicología de la Salud en la Universidad Libre de Bruselas, la cuarentena impuesta como respuesta al Covid es «el mayor experimento psicológico de la historia» porque «un tercio del mundo está confinado» y «no sabemos cómo reaccionará la gente», «no tenemos un modelo, no sabemos qué pasará»(15).
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