El pánico como factor de guerra psico-política
En 2009, tras la epidemia de H1N1, el conocido asesor presidencial francés Jacques Attali declaró: «La humanidad no evoluciona de forma significativa salvo cuando tiene verdadero miedo». Comentando esta frase, ya en su análisis de 2020, el Instituto Plinio Corrêa de Oliveira (IPCO) señaló que no había datos «para afirmar perentoriamente que este es el plan que se está ejecutando», pero que varios factores contribuyeron a sembrar el pánico e iniciar la evolución que Attali auspiciaba. Y que «las organizaciones internacionales y nacionales encargadas de la salud pública se prestaron a su amplificación»(16).
Un estudio titulado «Impact of the COVID-19 pandemic on mental health: real-time surveillance using Google Trends» (Impacto de la pandemia de COVID-19 en la salud mental: vigilancia en tiempo real mediante Google Trends), publicado en la revista Trauma Psychology de la American Psychological Association (APA), confirmó que en los primeros 40 días tras la declaración de pandemia por parte de la Organización Mundial de la Salud, se produjo en Estados Unidos «un aumento inmediato de la preocupación y el pánico, seguido de la aparición de síntomas de ansiedad»(16) .
Otros estudios han verificado el mismo pánico en actitudes como el aumento de la retirada de dinero en efectivo (17), el vaciado de los supermercados para realizar compras compulsivas (18), la huida de las ciudades al interior (19) o la automedicación (20). Sonia Bishop, Profesora asociada de Psicología en la Universidad de California, en Berkeley, que ha investigado cómo la ansiedad afecta la toma de decisiones, dijo que esto quedó patente durante el brote de coronavirus. Los mensajes incoherentes de los gobiernos, los medios de comunicación y los funcionarios de salud pública alimentaron la ansiedad: «No estamos acostumbrados a vivir en situaciones en las que las probabilidades cambian rápidamente», dijo (21) .
El IPCO denunció, ya a principios de 2020, el papel desempeñado por los boletines de la OMS en la creación de este clima de pánico.
Hoy en día, hay datos que muestran la existencia de una colaboración voluntaria de algunas autoridades políticas nacionales con su empeoramiento. El caso más expresivo fue el escándalo denunciado por Die Welt am Sonntag (edición del 7/2/21), en el que se mostraba la presión ejercida a mediados de marzo del año pasado sobre un grupo de científicos, por parte del Ministro del Interior alemán a través del Secretario de Estado de Ciencia, pidiéndoles una «maximale Kollaboration» (máxima colaboración) para obtener de ellos lo que hoy se conoce como el «documento del pánico», que sirvió de legitimación para medidas políticas más restrictivas (22) .
En el Reino Unido, el documento «Options for increasing uptake of social distancing measures» (Opciones para aumentar la adopción de medidas de distanciamiento social) fue examinado por el Grupo de Asesoramiento Científico para Emergencias del Gobierno en su reunión del 23 de marzo de 2020. Redactado por el subgrupo de Ciencias del Comportamiento, el texto afirma que «un número significativo de personas todavía no se siente suficientemente amenazado personalmente», por lo que «es necesario aumentar el nivel de amenaza personal que sienten los que cumplen, utilizando mensajes emocionales contundentes«(23) .
La sugerencia se puso en práctica y, un mes más tarde, el Profesor Robert Dingwall, miembro del Grupo Asesor sobre la Amenaza de los Virus Respiratorios Nuevos y Emergentes (NERVTAG) del gobierno del Reino Unido, deploró que «tenemos este mensaje tan fuerte que ha aterrorizado efectivamente a la población haciéndole creer que se trata de una enfermedad que te va a matar». […] Todo ello contribuye a crear este clima de miedo» (24).
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