sábado, 29 de mayo de 2021

7. La recesión económica y los planes para un Gran Reinicio - El mayor plan de descristianización y totalitarismo "verde" de la historia

 

  1. La recesión económica y los planes para un Gran Reinicio

En abril de 2020, el Instituto Plinio Corrêa de Oliveira predijo un impacto económico calamitoso de los confinamientos y citó en particular el caso de Italia.

En realidad, la contracción de la economía mundial, el número de quiebras de empresas y el aumento del desempleo fueron, al menos por el momento, bastante más bajos de lo anunciado inicialmente. Pero esto fue el resultado de las ayudas faraónicas concedidas por gobiernos que no tuvieron en cuenta la explosión de la deuda pública. Una situación extremadamente precaria que puede empeorar repentinamente, ya sea por la prolongación de la recesión, por el estallido de una burbuja financiera, por el aumento de los intereses de la deuda, o simplemente por la desconfianza de los mercados, haciendo que se derrumbe el frágil castillo de cartas de la economía actual.

Esta contención de la depresión ha evitado el estallido de una revuelta social, porque los más afectados siguen recibiendo ayuda de emergencia y, sobre todo, están preocupados por la supervivencia diaria. Pero la situación puede empeorar, como reconocía el citado Jacques Attali, asesor de todos los presidentes franceses desde Mitterrand hasta Macron, en una reciente entrevista al diario porteño Clarín: «Lo que más me preocupa es que la humanidad no ha entendido todavía que la crisis que se aproxima será muy, muy profunda en términos de recesión, desempleo y miseria (64).

Sin embargo, donde no ha sido posible evitar el impacto social es en los países pobres. Basándose en un informe de la Organización Internacional del Trabajo, el documento del IPCO preveía una pérdida global del 6,7% de las horas de trabajo, el equivalente a la jornada completa de 195 millones de trabajadores, lo que supone un número mucho mayor de desempleados, ya que muchos de ellos trabajan a tiempo parcial. La realidad fue mucho peor: se perdió el 8,8% de las horas de trabajo mundiales, lo que equivale a 255 millones de empleos a jornada completa.

Esto se tradujo en un descenso del 8,3% de los ingresos laborales globales, compensado en parte por las ayudas estatales. Aun así, según un reciente estudio del Banco Mundial, en 2020 entre 119 y 124 millones de personas cayeron en la extrema pobreza, o se vieron impedidas de salir de ella a causa de la crisis mundial (en las dos últimas décadas, 54 millones de personas habían salido de la pobreza extrema cada año). De hecho, el aumento exponencial de la miseria en los países pobres ha provocado el previsible agravamiento del hambre agudo y de las muertes por malnutrición en las zonas más miserables del planeta.

Lo que el IPCO no podía prever es que los máximos exponentes del macrocapitalismo globalizado aprovecharían la precariedad de la situación económica y financiera para proponer un Gran Reinicio (llamado por ellos “Great Reset”), que transforme radicalmente el actual sistema económico capitalista, basado en la propiedad privada y la libre empresa.

En la edición de 2019 del Foro Económico Mundial de Davos, la activista verde Greta Thunberg había inaugurado la pista en la que esquiarían los empresarios: «No quiero que ustedes tengan esperanza, quiero que tengan pánico»(66). Correspondió al fundador-presidente del Foro, el Dr. Klaus Schwab, materializar el deseo de la joven activista, lo que él hizo declarando: «La pandemia representa una rara y angosta ventana de oportunidad para reflexionar, re-imaginar y redefinir todo, y crear un futuro más sano, más equitativo y más próspero” (67). Palabras aparentemente simpáticas, pero que ocultan el enorme cambio social que está en marcha, y al que han dado el nombre de «nueva normalidad» y «Great Reset».

Una ventana de oportunidad que pretenden aprovechar sin demora y de forma proactiva, como espera Jacques Attali en la entrevista a Clarín: «Lo que más me sorprendió fue que, casi de la noche a la mañana, más de 2.500 millones de personas fueron a trabajar de forma remota. Esto demuestra que la humanidad, bajo presión, puede cambiar muy rápidamente«(68).

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Ida Auken, ex Ministra y actual diputada social-demócrata danesa cuenta su sueño de la sociedad comunizada de 2030

Ex-Ministra danesa Ida Auken, diputada social-demócrata

Para hacernos una idea más precisa de cómo sería el futuro del mundo tras el Gran Reinicio soñado por Thunberg, Schwab & Cía., basta con citar algunos pasajes de un artículo publicado en el site WeForum, una de las plataformas de debate del Foro Económico Mundial. Su autora, Ida Auken, ex ministra danesa de Medio Ambiente y actual diputada socialdemócrata, bajo el título «Así podría cambiar la vida en mi ciudad para el año 2030», comienza subrayando que sus palabras no deben tomarse como «un sueño, una utopía»: «Es un escenario que muestra hacia dónde podríamos estar caminando”. Se trata de un futuro ecológico, comunista y robotizado, donde todo está controlado por cámaras, muy al estilo chino:

«Bienvenidos al año 2030. Bienvenido a mi ciudad, o debería decir «nuestra ciudad». Yo no tengo nada. No tengo automóvil. No tengo casa. No tengo electrodomésticos ni ropa. Puede sonar extraño para ti, pero tiene mucho sentido para nosotros en esta ciudad. Todo lo que antes se consideraba un producto ahora se ha convertido en un servicio. Tenemos acceso al transporte, la vivienda, la comida y todo lo que necesitamos en nuestra vida diaria. Una a una, todas estas cosas pasaron a ser gratis, así que para nosotros acabó por no tener sentido tener mucho. (…) Cuando la energía limpia se hizo gratuita, las cosas empezaron a moverse rápidamente. El precio del transporte bajó drásticamente. Ya no tenía sentido tener auto, porque podíamos llamar un vehículo sin conductor o un auto volador para hacer viajes más largos en pocos minutos. […] En nuestra ciudad no pagamos alquiler, porque alguien usa nuestro espacio libre cuando no lo necesitamos. Mi sala de estar se usa para reuniones de negocios cuando no estoy allí. […] ¿Compras? Realmente ya no logro acordarme de qué es eso. Para la mayoría de nosotros, se ha convertido en la elección de las cosas para ponernos. A veces me resulta divertido y otras veces sólo quiero que el algoritmo lo haga por mí. El conoce ahora mis gustos mejor que yo. Cuando la I.A. [Inteligencia Artificial] y los robots se hicieron cargo de gran parte de nuestro trabajo, de repente tuvimos tiempo para comer bien, dormir bien y pasar el tiempo con otras personas. […] Por un tiempo, todo se convirtió en diversión y la gente no quería preocuparse por asuntos difíciles. Sólo a último momento se nos ocurrió cómo usar todas estas nuevas tecnologías para algo mejor que matar el tiempo. De vez en cuando, me irrita el no tener real privacidad. No puedo ir a ningún lado sin que me filmen. Sé que en algún lugar todo lo que hago, pienso y sueño queda registrado. Sólo espero que nadie lo use en mi contra. En general, es una buena vida. Mucho mejor que el camino por donde íbamos, en el que quedó claro que no podíamos seguir con el mismo modelo de crecimiento» (69).

Las fuerzas «progresistas» sueñan de hecho con imponer esta distopía a todo el mundo, siguiendo el mismo método de miedo inducido con el que ya han impuesto la dictadura sanitaria. En una reunión de los presidentes de los Parlamentos de los países del G7, organizada por Nancy Pelosi, Presidente de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Sir Lindsay Hoyle, actual Speaker de la Cámara de los Comunes británica, preguntó: «Si la gran lección de la pandemia fue que la clave es tomar medidas serias en el momento oportuno, ¿por qué eso no sería así con respecto al cambio climático» Y añadió: «Nadie podía imaginar que nos pondríamos las máscaras con tanta facilidad y que además seríamos tan complacientes”(70).

Mariana Mazzucato, Profesora de Innovación Económica de la Universidad de Londres, predice que «proteger el futuro de la civilización requerirá intervenciones drásticas» y que «en un futuro próximo el mundo podría tener que recurrir de nuevo a los lockdowns, esta vez para hacer frente a una emergencia climática». Y añade:  «Bajo un ‘bloqueo climático’, los gobiernos limitarían el uso de vehículos privados, prohibirían el consumo de carne roja e impondrían medidas extremas de ahorro de energía, mientras que las empresas de combustibles fósiles tendrían que dejar de perforar.»

Y, adoptando una postura similar a la de Klaus Schwab, sugiere que, «para evitar ese escenario, debemos remodelar nuestras estructuras económicas y hacer el capitalismo de forma diferente», avanzando hacia «una transformación económica verde».

Para lograrla, los Estados deberían condicionar al cumplimiento de estrictas obligaciones sociales y ecológicas -por parte de las empresas beneficiarias- la concesión de las enormes ayudas económicas. Y «dado que los mercados por sí solos no liderarán una revolución verde», ésta «requerirá un Estado emprendedor que innove, asuma riesgos e invierta junto al sector privado» (71).

Bienvenidos al socialismo del siglo XXI, que ha llevado a Venezuela a la quiebra, y a seis millones de sus ciudadanos a la emigración…

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